viernes, 28 de diciembre de 2012
miércoles, 26 de diciembre de 2012
miércoles, 19 de diciembre de 2012
viernes, 7 de diciembre de 2012
lunes, 3 de diciembre de 2012
English class II
- ¿Cómo cree usted que debe castigarse a la alumna díscola?- dijo ella
- No sé- tartamudeó él- no sabría decirle.
- No me diga que no lo sabe- respondió ella con cierta sorna – Un profesor con su experiencia y conocimientos debe saber cómo tratar a las alumnas desobedientes. Si no lo hiciera no sabría hacerse respetar y yo tengo la seguridad de que usted sabe ganarse el respeto.
Mientras ella hablaba, con voz muy suave y dulce, no dejaba de acariciar su rostro y su barbilla con la fusta, obligándole a mover lentamente la cabeza, levantándola y bajándola.
- Sí, me gano el respeto, pero no suelo castigar, creo que no me hace falta- consiguió decir al fin.
- Ya sé que es usted un seductor- sonrió ella maliciosamente- Me lo imagino con sus alumnas, con su voz bien timbrada, seguro de sí mismo, muchas le adorarán y harían lo que usted quisiera. Pero también hay que saber castigar. Muchas personas necesitan el castigo. Las buenas palabras ayudan, pero nada como un buen azote para inclinar una voluntad y doblegar la pereza.
Las últimas palabras las acompañó de una breve risa que hicieron al profesor sonreír también. A continuación añadió:
- Usted sabe usar las palabras, pero también debería saber que una fusta es un argumento poderoso. Yo sí lo sé y conozco bien su poder. Lo está comprobando ahora mismo, profesor. Estoy ejerciendo mi poder sobre usted. Juego con su voluntad, que ha ido cediendo poco a poco. Se ha dado cuenta de que con la fusta puedo manejarle.
- No es la fusta lo que me maneja. Es usted. Sé que me estoy rindiendo, pero es a usted. Y no lo hago por la fusta. Usted me está manejando casi desde la primera vez que entré por esa puerta. Mucho antes de que yo viera esa fusta con la que me conduce, ya estaba empezando a someterme.
La alumna rió abiertamente.
- ¡Siempre con su elocuencia! Pero ha dado en el clavo. Es a mi ante quien se doblega- Miró a su fusta y luego al profesor- Esto no es más que un apéndice de mi, un brazo ejecutor, pero lo domina mi cerebro.
La alumna volvió a colocar la fusta debajo de la barbilla del profesor y le levantó suavemente la cabeza. Sus labios rojos se movieron para decir:
- Creo que es el momento de que conozca bien cuál es el poder que puede transmitirse a través del castigo. ¿Sigue sin saber cómo debe castigarse a una alumna díscola?
- Creo que podría azotarle en las nalgas con la fusta o con la mano.
- Muy bien profesor, va aprendiendo, ¿ve cómo las alumnas también pueden enseñarle cosas? ¿Y en qué posición debe ponerse la alumna?
El profesor se levantó lentamente y se puso de pie junto a la mesa, inclinándose un poco sobre ella y apoyando las palmas de las manos, ofreciendo su trasero.
- Creo que se pondría así- dijo.
- Sí, yo también, lo creo, pero sin la chaqueta, ¿no le parece? – dijo ella con sorna.
Él volvió a ruborizarse y se quitó la americana, quedándose en mangas de camisa. Volvió a apoyarse sobre la mesa y respiró con fuerza.
- Muy bien, profesor, así estaría la alumna díscola y desobediente, dispuesta a ser disciplinada- y añadió ella bajando la voz- Y ahora vamos a comprobar cómo funciona la disciplina, ¿le parece bien, profesor?
- Por favor, quisiera comprobarlo,.
Ella se situó detrás de él. Durante unos instantes, el sonido de los tacones de sus botas sobre el parqué era lo único que se oyó, aunque el profesor creía que el latido de su corazón debía atronar toda la habitación. Pasaron unos segundos que parecieron horas, hasta que se escuchó el sonido rasgado del aire por la fusta y el trallazo que impactó en las nalgas del profesor, que seguía vestido con su pantalón.
El profesor se estremeció y apretó los labios, pero no dijo nada. Sólo cerró los ojos.
La alumna procedió a azotarle media docena de veces por encima del pantalón, sobre sus nalgas firmes, aunque él no exhaló ninguna queja. Entonces ella le preguntó:
- ¿Cree que así sería el castigo?
- Creo que debería ser algo más fuerte.- respondió él- El castigo debe sentirse bien.
- ¡Vaya con el profesor! Si al final va a resultar más severo que lo que indica su cara de buena persona- La alumna bajó la vista y observó el pronunciado abultamiento en los pantalones del profesor, señal inequívoca de su aparatosa erección- ¿Cree usted que los azotes deben administrarse más intensamente?
- Sí, lo creo- dijo él con una seguridad que le sorprendió a sí mismo.
- ¿Y no cree que deberían aplicarse directamente sobre la piel? Seguramente el pantalón los amortigua.
- Sin duda sería lo más adecuado.
- Bájese los pantalones y quítese los calzoncillos y calcetines, lo quiero desnudo de cintura para abajo.
El profesor obedeció con presteza y en pocos segundos estaba vestido únicamente con la camisa, de cuyos faldones asomaba su pene erecto. Temblaba como una hoja y apenas se atrevía a mirar a los ojos de su alumna. Ella se acercó y le desabrochó los botones de la camisa, lentamente, hasta que cayó al suelo. Ya estaba completamente desnudo, de pie enfrente de la alumna. Ella le puso un extremo de la fusta bajo la barbilla y le levantó la cabeza.
- Póngase de cara a la mesa con las manos apoyadas en ella e inclínese.
El profesor obedeció de nuevo. Se inclinó sobre la mesa y ofreció su culo desnudo, ya ligeramente sonrosado por los golpes que había recibido. La alumna se colocó detrás nuevamente, balanceándose sobre sus relucientes botas de montar y midió la distancia con la fusta que sostenía en su mano derecha. Instantes después, volvía a azotar sobre la piel desnuda, con un chasquido que la llenó de gozo. Él se estremeció ligeramente pero no se quejó, salvo por un suave suspiro. Al primer azote siguió un segundo, un tercero y así sucesivamente hasta completar una docena por lo menos. La blanca piel del profesor se había enrojecido y calentado y la señora acarició aquel culo con su mano pequeña y suave.
- ¿Así estaría bien, profesor?
- Si, creo que es la medida adecuada para una falta de disciplina- acertó a musitar él.
Ella sonrió y le susurró al oído:
- Mi profesor travieso.. My naughty teacher, ¿no se dice así?
- Sí, así se diría…
- Póngase de rodillas.
El profesor se postró de inmediato, las rodillas sobre el parqué, las manos a los costados. La alumna se alejó un momento hacia el armario y él pudo observarla de nuevo desde atrás, con sus hermosas formas redondeadas bajo los pantalones y la blusa. El golpeteo de sus tacones era la música que acompañaba a sus órdenes.
La alumna extrajo algo del cajón y se acercó de nuevo al profesor. Era un collar de cuero ancho, negro, con su hebilla plateada. Se lo mostró y lo pegó a su rostro.
- Si se lo pongo significará que usted es mío. You will be mine.
- Ya le pertenezco a usted. I am yours already.
- Este collar sellará esa pertenencia. ¿Lo desea?
El profesor asintió con la cabeza:
- Sí.
Ella le puso el collar en torno al cuello y lo abrochó. Él se sintió sujeto a ella y protegido. Cerró los ojos.
- Ahora, eres mío. You’re mine.
- I am yours- repito él.
El profesor se inclinó ligeramente sobre ella y le rozó el dorso de la mano con la mejilla. Ella le acarició. Se inclinó un poco y con la otra mano rozó y arañó suavemente uno de sus pezones. Lo pellizcó, apretando cada vez más fuerte, hasta que al cabo de un minuto la presión era tan fuerte que le hizo abrir la boca paralizado por el dolor. Era un dolor extraño, intenso y al mismo tiempo enormemente placentero, lo que reforzó su erección.
- You are mine- repitió ella.
Continuará…
lunes, 26 de noviembre de 2012
English class
El profesor llamó a la puerta y ella abrió en persona. Vestida con un pantalón ajustado negro, botas de montar del mismo color y una blusa blanca, ofrecía un aspecto realmente impresionante que dejó al profesor casi paralizado en el umbral. Ella sonrió:
- No se sorprenda por mi atuendo, profesor, después de su clase tengo mi hora de equitación y prefería estar preparada para no llegar tarde.
- No sabía que practicara la equitación. A mi también me gustan los caballos- respondió él.
- Son animales muy bellos y fieles. Adoro montar, procuro ir todos los días al club de equitación. Suelo ir por las mañanas, pero hoy he debido cambiar los planes.
- ¿Y tiene un caballo propio?
- Sí, se llama Argos – la cara de la señora resplandeció al hablar de su caballo- Es negro, alto, fuerte, resulta delicioso cabalgar sobre su grupa.
El profesor sonrió algo nervioso y acarició su cartera de cuero, donde llevaba los papeles y libros con los que venía a dar su clase semanal de inglés. Llevaban algunas semanas con las lecciones y la alumna había realizado grandes progresos, a pesar de que nunca antes había estudiado dicho idioma.
El profesor y la alumna se sentaron, como siempre, en torno a una mesita que había en el salón, junto a un gran ventanal que daba a la terraza y a la calle. El profesor sacó los papeles de su cartera y miró a la señora:
- Vamos a repasar lo ya visto, si le parece.
- Me parece muy bien- dijo ella.
- Repasaremos los gustos y preferencias. Do you like red wine?
- Yes, I do- dijo la señora.
- Do you prefer tea or coffee?
- I prefer tea.
- Would you like a piece of cake?
- Oh, yes, I’d love a piece of cake now.
- Do you like riding horses?
- Yes, I like riding horses.
El profesor sonrió, un poco ruborizado.
- Muy bien, veo que recuerda todo bastante bien.
- Gracias, profesor- respondió ella con otra sonrisa.
- Have you done your homework?- preguntó él.
Ella frunció un poco el ceño, insegura de lo que le preguntaba.
- ¿Se refiere a los deberes que me puso, si los he hecho?
- Sí, los deberes, your homework.
- Me temo que no- dijo ella tranquila y segura- no me ha sido posible, eran un poco difíciles.
- Vaya- respondió el profesor- no pensaba que lo fueran. ¿Por qué no me llamó para decírmelo? Le habría explicado lo que no entendía. Es una lástima, ya sabe que creo que hay que hacer los ejercicios cada semana para seguir progresando.
- Yo también lo creo.
- Bueno, no pasa nada, le puedo explicar lo que no entienda y los hace para la semana que viene.
- Me parece bien pero, ¿no cree que cuando un alumno no hace sus tareas merece recibir un castigo O en su acaso el profesor debe hacerse responsable subsidiario de ese castigo?
El profesor se sobresaltó un poco y nuevamente se ruborizó.
- No es para tanto, por no haber podido hacer los ejercicios no creo que usted merezca un castigo.
- Yo creo que sí –insistió ella- las excusas son una explicación, pero no eximen de la responsabilidad. Yo soy una persona responsable y creo que cuando alguien no cumple con su obligación merece un castigo, o cuando menos una reprimenda.
El profesor casi tartamudeó al contestar.
- ¿Y qué castigo cree usted que debería imponerle por no hacer la tarea?
- ¿Cómo lo preguntaría en inglés?
- Which punishment do you deserve for not doing your homework?
Ella lo repitió lentamente, mirando a los ojos al profesor. Él estaba desconcertado, no sabía qué decir o hacer. Entonces se levantó y abrió un cajón de un armario. Para la inmensa sorpresa del profesor, sacó una elegante fusta de cuero y se acercó nuevamente a la mesa con ella junto a su muslo derecho.
- ¿Cómo se dice fusta en inglés?
- Crop- dijo él, tragando saliva.
- Crop- repitió ella, sonriendo-. Es curioso que usted conozca esa palabra. Sabe mucho inglés.
Él sonrió también, pero se daba cuenta de que era una sonrisa forzada. Su corazón latía con fuerza y su respiración comenzaba a ser agitada.
- ¿Usted cree que una alumna que no hace su tarea debe ser azotada con esta fusta?- Evidentemente los planes de la alumna eran otros-
Como no sabía qué contestar, el profesor sólo acertó a repetir la pregunta en inglés:
- Do you relieve that a student who doesn’t do her homework should be spanked with this crop?
- Muy bien, profesor, hoy estoy aprendiendo muchas cosas- dijo ella con una leve sonrisa, dominando la situación.
Ella levantó la fusta y comenzó a acariciar con ella el rostro del profesor. La pasó por su barbilla, sus mejillas, sus labios, mirándole serenamente. abrió un poco la boca para poder respirar y cerró los ojos durante unos instantes.
- ¿Siente lo agradable que es?- preguntó la señora-. El tacto del cuero es maravilloso. Suave, cálido, de inconfundible aroma. Su caricia es única. Me encanta el cuero- añadió.
El profesor sólo pudo asentir con la cabeza y temblando cerrar los ojos. La señora había tomado posesión de él y sólo podría hacer lo que ella quisiera.....Continuará.
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