miércoles, 31 de agosto de 2011

-((La Fiesta de Madame de Poisy (final)-))-











En la sala todas estaban utilizando de diferentes formas a sus esclavos, Madame de Clichy seguía con el esclavo de piel morena al cual sacaba en ese momento de la sala, la Dama Ruspert se entretenía con el más joven de todos, a quién tenia dando saltitos detrás de una pelota, Monsieur Armand se limitaba a dejarse adorar por uno de los nuevo sirvientes, y Roben había desaparecido hacía bastante rato, o al menos yo no le veía por allí, supongo que andaría “jugando” con alguna de las sirvientas de Madame de Poisy, el espectáculo en la sala era encantador, pero yo me concentré en mi “regalo

Después de haber comprobado en qué estado estaba mi “regalo” decidí que ya era hora de empezar su adiestramiento, y ver cual era su aguante, Para ello le descolgué de las argollas, y le sujeté de espaldas a mi, a la cruz de San Andrés, mi primer paso fue marcarle las nalgas, a continuación procedí a ajustarme mis nuevos guantes de cuero.
Hasta ese momento no había visto la cara de mi “regalo” pero había algo, que me resultaba familiar en él, Madame de Poisy me había dicho que si aceptaba al esclavo a mi servicio, podría marcarle allí mismo, pues tenía instrumentos para realizar esa tarea, de hecho, en el rincón de mi derecha pude ver como había varios hierros candentes encima de lo que parecían las brasas de una hoguera.

La fusta restallaba en el aire silbando y haciendo marcas longilineas en la piel del “colgado”, una pala de madera le marcaba ahora los glúteos, y un bonito color rojo apareció ante vista, cuando este estaba tornándose violáceo cambie la táctica, Cogí dos velas de los candelabros y le vertí dos buenos chorros de cera en sus hombros donde las sujete, según iban derritiéndose la cera le caía por la espalda dejándole abstractos dibujos
Uno de los esclavos de Madame de Poisy a una indicación de ésta, se acercó hasta donde yo estaba colocándose al lado de los hierros candentes, Por instantes nuestras miradas se cruzaron, cosa que no me agrado, pues a los esclavos no les estaba permitido mirar a las Damas directamente, comprobé que tenía unos profundo ojos oscuros, Acércate a mi le ordene, y solicito se puso a mi lado.

Descuelga mi “regalo” y con una mano coge el segundo hierro candente, con la otra mano separa el pene de la ingle, (ese era el lugar elegido para marcarle, justo en el hueco que forma la ingle)

Ahora márcale con el hierro, un aullido sordo brotó de la boca del “colgado” la satisfacción se reflejó en mi cara al ver mi marca grabada en su piel.

Me fijé en el sirviente que me ayudaba, y pensé que también podría ser una buena adquisición, pues tenía un buen cuerpo y podría trabajar y servirme junto a mi “regalo” me giré y le dije a Madame de Poisy que a ese también me lo llevaría, pero antes debía “probarle”



Me fijé en el sirviente que me ayudaba, y pensé que también podría ser una buena adquisición, pues tenía un buen cuerpo y podría trabajar y servirme junto a mi “regalo” me giré y le dije a Madame de Poisy que a ese también me lo llevaría, pero antes debía “probarle”
Si bien la disposición del esclavo, era más que evidente, así que me limité a azotarle y sodomizarle, y para mi grata sorpresa, vi que estaba muy bien dilatado, su pene y sus pezones al igual que el de mi “regalo” también llevaban el aro, Con lo cual procedí a marcarle a fuego, le dije a mi “regalo” que cogiese el mismo hierro que había utilizado para él, y marqué a mi nueva posesión en el mismo lugar, ni un solo sonido salió por su boca al hacerlo, me acerque a él y le dije que ahora se llamaba dan.

Ya eres mío le susurré al oído, voy a quitarte la máscara y ver quién se esconde detrás de ella, al verle no me sorprendí dubet era quién se escondía tras la máscara, gracias atinó a decirme mientras su boca buscaba mis manos, las cuales le acerqué para que las besara. A partir de ese momento su nombre era alcides.

De mi cuello colgaba una cadena de oro regalo del ahora llamado alcides, la cual me quité y pasándola por los aros que mis posesiones tenían en la base del pene, les enganché y así me los lleve cual esclavos comprados en un mercado, alcides y dan propiedad de Madame de Roseau.

(Las últimas ensoñaciones del esclavo sansón a aprtir de esa noche el esclavo dan)

Ocupado en mis pensamientos acerca de cómo acercarme a la dama de los ojos enigmáticos me sobresalté cuando la señora de las esmeraldas tiró de mi collar y me atrajo hacia ella mientras me preguntaba si estaba ausente.



-No, señora, estoy a sus órdenes, le dije, tratando de disimular mi contrariedad.
Ella pareció sospechar que mi mente podía distraerse con tantos estímulos y decidió llevarme fuera del salón, a un salita situada en un costado en la que había un amplio sofá y unos espejos, en medio de una decoración luminosa y alegre. Lamenté profundamente salir del salón y alejarme de mi dama adorada, pero no tenía más opción que obedecer, mientras Mme. de Poisy observaba atenta cómo la señora de las esmeraldas me conducía a la otra estancia.



Lejos de las miradas de los otros invitados, la dama decidió abandonar los convencionalismos y me besó apasionadamente en la boca mientras sus dedos agarraban los músculos de mi espalda y arañaban mi piel. Su lengua penetró profundamente en mi boca y aunque al principio yo estaba algo inhibido y confuso y no me atrevía a corresponder sus efusiones, porque podían considerarse fuera de lugar en un sumiso, ella me requirió para que yo también la besara con pasión, lo que hice de inmediato. Sus gemidos comenzaron a alzarse sobre la suave música que sonaba en la salita, procedente del salón donde habíamos cenado, y se hicieron más intensos cuando me arrancó el taparrabos y dejó escapar mi escandalosa erección. A continuación se encaramó sobre mí cruzando sus piernas a mi espalda, mientras yo la sujetaba con mis fuertes brazos y se dejó caer sobre mi sexo, empalándose a sí misma. Pesaba muy poco para mi fuerza, de manera que la sujeté con facilidad para que ella me cabalgara, lo que hizo acompañándose de chillidos cada vez más desaforados. Pensé que tal vez acudirían los invitados del salón, atraídos por sus gritos, pero no vino nadie. A juzgar por las exclamaciones que llegaban de allí, en el salón debía estar ocurriendo algo extremadamente interesante, sin duda, la dama de los ojos enigmáticos estaba llevando a cabo algo con su esclavo y ninguno de los presentes quería perderse el espectáculo.



La dama de las esmeraldas intensificó aun más sus chillidos y, finalmente, estalló en un prolongado gemido que anunciaba un espectacular orgasmo. Pude ver sus ojos cerrados y su rostro desencajado mientras todo su cuerpo se estremecía. Cuando pareció calmarse, en su cara se dibujó una amplia sonrisa.
-Déjame en el sofá, me dijo.
Yo obedecí, la deposité en el sofá y permanecí de pie, con mi erección intacta, puesto que no me había atrevido a eyacular con ella. Ella arregló un poco su vestido y se echó a reír.



- ¡M. de Rosignac, si estaba usted aquí todo el tiempo y no nos ha hecho notar su presencia!- exclamó.
El caballero aludido salió del biombo en el que había permanecido medio oculto y sonrió a la dama con galantería.
- Estaba usted tan bella y radiante disfrutando con su esclavo que no he querido interrumpir tan maravillosa escena.
- Es usted un bribón, mi querido amigo, me ha visto usted darme el capricho de dejarme penetrar por el esclavo como si fuera mi amante y lo ha permitido, debería haberme impedido hacer semejante extravagancia- dijo la dama con fingido enfado- Y, además, ¿qué hace usted aquí? ¿Por qué no está con los otros en el salón?
- En el salón hay una compañía maravillosa, pero yo realmente le estaba espiando a usted.
La dama de las esmeraldas rió abiertamente:
-Usted siempre tan embaucador, mi querido amigo. Pero siéntese aquí conmigo, necesito reposar un poco y además quiero que me cuente una historia que me ha llegado acerca de…- En aquel momento la dama notó de nuevo mi presencia y me ordenó que me retirara al salón.
- No son necesarios de momento tus servicios, si me haces falta ya te llamaré.

Me puse nuevamente el taparrabos y no pude evitar sonreír cuando volvía al salón. Por fin podía separarme de la dama de las esmeraldas, quien al momento parecía haberse olvidado de mí, y ya se encontraba en animada conversación con M. de Rosignac. Sentí una gran alegría al verlos así, pensé que durante esa noche ya no sería objeto de más requerimientos de la dama y que podría intentar que la señora de rojo se fijase en mí.
Una vez en el salón vi que todos los invitados estaban atentos a las evoluciones de la dama de los ojos enigmáticos y su nuevo esclavo. En todo caso, yo me acerqué a Mme de Poisy, puesto que teníamos órdenes de que al quedar momentáneamente libres debíamos indicarlo discretamente a la señora de la casa, por si deseaba encomendarnos alguna función. Mme. de Poisy me ordenó con un breve gesto que me acercara adonde estaba la dama de los ojos enigmáticos para asistirle en lo que necesitara para tratar con el esclavo. Ahora todo parecía conjurarse en mi favor y pensé que no podía desaprovechar la oportunidad.
Me acerqué despacio y me coloqué cerca de donde estaban ellos, junto a la cruz de San Andrés, me situé pegado a la pared y con las manos a la espalda, en actitud de paciente espera. Pude observar que habían actuado intensamente, puesto que la dama tenía el rostro encendido y un brillo especial en su mirada, que observé sin que me viera. El esclavo, atado a la cruz de San Andrés, tenía el cuerpo sudoroso y enrojecido en diversas partes. Sin duda, había recibido un intenso castigo, pero eso no impedía que de su pequeño taparrabos emergiera su pene erecto y brillante.
En aquel momento la dama pareció advertir por primera vez mi presencia y yo le hice una inclinación de cabeza que indicaba que me colocaba a su disposición para lo que deseara. Al subir nuevamente la cabeza miré directamente a los ojos a la dama durante un brevísimo instante. Era algo que no estaba permitido y podría haberme supuesto un castigo, pero yo tenía la intuición de que la dama no era como las otras y que sus normas estaban por encima de los convencionalismos habituales entre las Señoras. El cruce de miradas fue fugaz, de manera que no podía interpretarse como un desafío o falta de respeto por mi parte, pero fue lo suficiente para que ella pudiera ver algo de mi interior, ya que los ojos son una de las ventanas de la mente. Aunque enseguida bajé la mirada y sólo pude ver un fugaz destello de sus ojos, sentí que ella había percibido algo especial en mí, en mis ojos claros rodeados por la oscura máscara. Sentí su mirada clavada en mi cuando yo estaba ya mirando al suelo, probablemente observaba mis fuertes pectorales con sus pequeños pezones, mis brazos musculosos y mis piernas como columnas, fruto de tantas horas de entrenamiento.
-Ven aquí, dijo, y escuché su voz de cerca por primera vez, emocionado porque además se tratara de una orden hacia mí.
Cuando estuve junto a la dama ella empezó a palparme, como si fuera una mercancía. Me tocó el pecho, las nalgas, los brazos y me agarró el sexo, que obviamente había vuelto a endurecerse al acercarme a ella. Sus manos eran muy suaves, pequeñas y, como el resto de su cuerpo, muy blancas. Puso ambas palmas sobre mis pectorales y los amasó, después los arañó con sus uñas escarlatas y finalmente pellizcó con fuerza mis pezones, obligándome a agacharme. Mi estatura es muy elevada y mi cabeza sobresalía sobre la de la dama, pero al agacharme me puse a su altura. Ella acercó sus labios intensamente rojos a mi oído y me susurró:
- ¿Acaso no sabes que aquí te está vetado mirar a los ojos de las Damas?

Lo dijo en un tono firme, pero no parecía enfadada, más bien parecía haber un deje de ironía en su voz, como si estuviera aleccionando a un adolescente algo díscolo. Habló en un tono muy bajo, para que sólo lo oyera yo, pues de haber llegado al oído de Mme. de Poisy yo podría haber sido duramente castigado por mi insolencia.
- Lo sé, Señora, respondí.
- ¿Y por qué lo has hecho entonces?
- Fue un acto involuntario que no pude reprimir, Señora. Creo que mis ojos se magnetizaron con los suyos y no pudieron evitar encontrarse un momento.

La Dama sonrió de manera casi imperceptible y sin dejar de apretar con fuerza mis pezones.
- No vuelvas a mirarme salvo que te lo ordene.

Yo asentí con una mueca de dolor, porque sus dedos estaban realmente torturándome. Me soltó y me ordenó que permaneciera allí junto a ella, mientras se volvía al esclavo que estaba atado en la cruz de San Andrés. Viendo de cerca al hombre pude ver que no se trataba de ninguno de los sirvientes de la casa, pero su notable estatura y fornido cuerpo me recordaban a alguien familiar. Tal vez se tratara de alguno de los caballeros que asistían habitualmente a las veladas de Mme. de Poisy, pero la máscara que portaba impedía su identificación.

De improviso, la dama de los ojos enigmáticos arrancó el taparrabos del esclavo maniatado. Su erección se liberó y ella la agarró, acariciándola. Con la otra mano cogió mi taparrabos por un lateral y lo arrancó de la misma manera, dejándome prácticamente desnudo. Con esa misma mano sujetó firmemente mi pene, tirando un poco de él y agarrando luego los testículos. Me acercó al otro esclavo y me colocó junto a él, sin soltar nuestros penes, que seguían llenado las palmas de sus manos. Nos acercó tanto que los penes se rozaron, piel con piel. El esclavo atado no veía nada, yo sí podía ver, pero estaba inmóvil con la vista en el suelo.

Entonces la dama de los ojos enigmáticos nos soltó y me ordenó que colocara al otro esclavo de cara a la pared, soltando una de sus muñecas. Lo hice, y a continuación la dama señaló al hogar con las brasas y me indicó que acercara el hierro que se estaba calentando entre ellas. Lo cogí cuidadosamente, vi que debía ser una insignia o escudo, seguramente la marca de la señora. Estaba al rojo. Se lo acerqué, temblando, en parte por el miedo a que me marcara a mi, en parte por la emoción ante la idea. La dama cogió la mano con la que yo sujetaba el hierro y lo acercó a mi pene. Sentí el calor del hierro ardiente muy cerca de mi piel y cerré los ojos presa de pánico, pero sin moverme. Fueros unos segundos interminables, pero el hierro estuvo inmóvil, firme en mi mano dirigida por la suya. Entonces sentí que empujaba mi mano para que la levantara. Me señaló los glúteos del otro esclavo y tocó la parte en la que las nalgas casi tocan la espalda.
- Marca aquí- me dijo.

Yo obedecí, ayudado por su mano y puse el hierro ardiente en el hueco de la ingle y el pene del esclavo. Un aullido sordo y contenido señaló el sufrimiento del hombre, y a continuación todos sentimos el olor de la carne quemada. Cuando levanté el hierro la marca de la dama se veía claramente marcada en rojo sobre la piel del esclavo.
La dama de los ojos enigmáticos se volvió sonriente a Mme. de Poisy, que veía la escena sentada a pocos metros.
-Me lo llevo-dijo triunfante. Sonrió durante unos segundos y luego volvió la cabeza muy lentamente, hasta que sus ojos se posaron en mí. Yo bajé la vista, pero sentía sus ojos penetrantes como si me atravesaran.
- Y a este también- aunque antes he de probarle añadió con voz suave, señalándome.
Yo incliné la cabeza hacia ella en señal de respeto y miré de reojo a Mme. de Poisy. Había una expresión enigmática en su rostro, tal vez una leve sonrisa, tal vez un cierto enojo o envidia contenidos.

viernes, 26 de agosto de 2011

-((La fiesta de Madame de Poisy, (la ensoñación del esclavo sansón)-))



......Me dispuse a ver que pasaba por la sala, pues había perdido por completo la atención de la misma, mis ojos no daban crédito a lo que allí estaba sucediendo y mi excitación empezó de nuevo......Continuará.......

(Las sensoñaciones del esclavo sansón)

Ahí en la sala, todo eran ruidos susurros y respiraciones agitadas, pude comprobar que los otros sirvientes, estaban asiendo usados y algunos habían sido colocados encima de banquetas y estaban siendo penetrados.

El joven lucio, ahora a mi derecha, estaba siendo insertado por el pene grueso y moreno del caballero que había solicitado antes su servicio. Otro sirviente a quien yo no conocía bien, un muchacho rubio y musculoso que había llegado hacía relativamente poco al servicio de la Señora, también estaba recibiendo carne masculina en su orificio, de un caballero a quien no podía identificar, en una esquina de la mesa.

Otros tres esclavos, sin embargo, estaban siendo penetrados por señoras con sus arneses, entre ellos norberto, el hercúleo mulato, cuya señora le estaba empalando con un gigantesco falo que también debía tener un complemento vaginal, a juzgar por los grititos gatunos de la dama.

Casi enfrente mío se encontraba la señora de los ojos enigmáticos, la cual estaba tanteado al esclavo que colgaba de las argollas, y no pude evitar un arrebato de envidia cuando vi que, por la cara que ponía era de su total agrado, sus manos no paraban de comprobar examinar y valorar todas las partes del esclavo, la cara, el pelo, la boca, las manos, el torso, los glúteos, el sexo, las piernas, Vi como le descolgaba de las argollas y le sujetaba a la gran cruz de San Andrés que allí había, aunque no le despojó de la máscara que este llevaba puesta.



Estaba un poco inclinado y de espaldas a la Dama y a la sala, ofreciendo su trasero, era como sin que hubiese mediado una palabra entre ellos, ya se hubiera entregado a ella, y esta le hubiera aceptado, Hasta ese momento no me había dado cuenta, que en un rincón ardía una pequeño “hogar” cuyas brasas ardientes mantenían candentes varios hierros, y aunque mi posición no era buena intuí que eran los hierros con los que los esclavos éramos marcados cuando pasábamos a manos de otra Dama, no puede evitar estremecerme no sé si por el miedo a sentirlo en mi piel o por el deseo de sentirlo y pertenecer a la Dama.

Pero yo seguía "encadenado" a la Dama de las esmeraldas, y esta no tenía intención de dejarme marchar, yo me afanaba en agradarla y cumplir lo que ella me indicase, pensaba que de ésta forma se cansaría y yo podría escabullirme cerca de la Dama que en esos momentos "castigaba" al esclavo de la cruz.


Una vez a su lado haría todo lo posible por que se fijase en mi, yo sabía muy bien como hacerlo, mis años al servicio de varías Damas, me habían dotado de cierta experiencia, conseguiría que me acpetara como su esclavo, ¿porque no podría llevarse dos en lugar de uno?


Apartir de ahora ese sería mi proposito y lucharía por conseguirlo.

viernes, 19 de agosto de 2011

-((La fiesta de Mademe de Poisy, (continuación del diario del sirviente sansón, o las ensoñaciones de un esclavo)))_











(Continuación del diario de sansón... La dama de las esmeraldas tiró de la cadena y me hizo subir lentamente por sus piernas, lamiendo sus finas pantorrillas. Me hizo demorarme en ambas rodillas, mientras jugueteaba con uno de sus pies en mi sexo y aplastaba mi erección. Después continué mi trabajo oral por sus muslos rosados, hasta que un aroma de ardiente excitación me indicó que me encontraba en la antesala de su sagrada intimidad. La dama aplastó mi cara contra su sexo y yo lamí con fuerza, limpiando sus pegajosos fluidos mientras ella se agitaba y gemía escandalosamente. Sin embargo, al cabo de un minuto me apartó con fuerza y me dejó de rodillas, con la boca abierta y mojada, expectante y un poco desconcertado de que no deseara proseguir hasta alcanzar el éxtasis. Al parecer, no quería tocar la petite mort (como decía Mme. Poisy) tan pronto y prefería seguir jugando conmigo en un estado de máxima excitación. Sentí que sus manos se posaban sobre mis hombros y que recorrían mi pecho sudoroso y mis brazos, palpando los músculos y masajeando la piel. También me arañaba suavemente con las uñas. Así estuvo un buen rato hasta que se detuvo en mis pezones y comenzó a apretarlos. Primero más débilmente, luego fue incrementando la fuerza hasta que sentí un dolor que se fue intensificando por momentos. Sus dedos eran finos y delicados, pero podían ejercer una fuerza considerable, como pude comprobar en persona con un terrible dolor en mis pezones, lo que me obligó a abrir la boca y exhalar un ahogado gemido. Curiosamente mi pene, que había bajado a una posición horizontal, pareció enardecerse con el dolor y volvió a apuntar al cielo, grueso y marmóreo, lo que mereció la aprobación de mi dama en forma de susurrantes palabras en mi oído. Lamió mi cara y chupó mi oreja sin dejar de pellizcarme. Entonces me soltó y me dijo que acercara una especie de banqueta amplia y baja que había pegada a la pared, forrada de tela acolchada. Yo lo hice sin levantarme, avanzando a cuatro patas y puse la banqueta debajo de la mesa. Sabía muy bien para que servía, así que el dedo índice de la señora señalándome que me pusiera en ella me llevó a que me colocara directamente en la posición deseada, esto es, a cuatro patas con la cara apoyada en la tela y el culo expuesto y entregado, justo debajo de la altura de la mesa. De esa manera, cualquier persona que estuviera detrás podía penetrarme con comodidad. Mientras yo ponía la banqueta la dama no había perdido el tiempo y, además de despojarse de la falda, se había colocado un arnés del que emergía un bonito falo anal de color azulón, de unos 15 centímetros de longitud. Cuando yo estaba ya de rodillas con el culo en pompa sentí que ella hurgaba en mi ano con un líquido tibio, imagino que algún aceite, y a continuación me insertaba el falo hasta lo más profundo. Yo estoy acostumbrado a recibir regalos de este tipo y bien mayores, de manera que el falo penetró dentro de mi ser sin dificultad alguna. Como era relativamente pequeño la dama no tenía mucha capacidad de movimiento, porque se salía, pero aun así movía rítmicamente sus caderas marcando mi sodomización... Así estuvo un rato hasta que se cansó, y fue en ese momento Madame de Poisy anunciaba el paso a la sala de juegos, yo albergaba la esperanza que la Dama de los ojos magnéticos me rescatara o al menos se fijase en mi, pero como pude comprobar al entrar en la sala, ella sólo tenía ojos y manos para un siriviente desconocido para mi, que se encontraba colgado de unas argollas, según pude saber, si era de su agrado a ella le gustaba, Madame de Poisy se lo daría en propiedad para uso, y viendo como le palpaba muy probablemente se lo quedaría, pero yo deseaba y albergaba la esperanza de servirla en algún momento ....Continuará)

Sueño de una noche de Verano (relato, ganaddor del 5º certamén de relatos eróticos)




El calor era insoportable, no podía dormir, daba vueltas y más vueltas en la cama, una hora… dos ...tres, decidió cerrar los ojos y ….pensar.

Hacía mucho que no sabia nada de él, quizás más de dos años, en eso pensaba, cuando un bip la sacó de su ensimismamiento, remoloneo un poco antes de mirar quien era, casi lo sabía pensó, seguro que es Ana que ha tenido movida con el tarado de su chico, abrió el mensaje, y se quedó paralizada, no podía creerlo, allí estaba él, había vuelto a aparecer, un escalofrío la recorrió la espalda.

El mensaje era escueto, te espero en un ahora donde siempre, ven como a mi me gusta, al leerlo de nuevo, su coño se humedeció, los pezones se le pusieron duros, y la excitación y el deseo aumentaban.

Pensó en cómo salir de casa sin llamar la atención de su chico, miró al suelo y allí estaba boby meneando el rabo, (me has salvado al vida chaval) le cogió en brazos fue a la habitación donde dormía Pablo y le susurró al oído que iba a sacar a boby que estaba nervioso por el calor, ummfff ok bien, acertó a decir él,.

Se enfundo una camiseta y unos pantalones cortos, el roce de la tela la hizo excitarse aún más de lo que ya estaba, cogió las llaves del coche, al perro, y se marchó,


De camino al lugar de la cita, iba pensando en la última vez que estuvo con Álvaro, deseaba que la poseyera de la misma forma.


Llegó al lugar de la cita, el parque donde se habían conocido hacía ya unos años, y donde por primera vez sintió lo que era correrse de verdad. Y allí estaba él, el corazón la latía con tanta fuerza que tenia miedo de que pudiera sufrir un colapso allí mismo. Se bajó del coche y él se acercó a saludarla, la cogió por la cintura y la beso en la boca, metió su lengua casi hasta su garganta, la acaricio el pecho tironeando suavemente de los pezones, y sin mediar palabra la dio la vuelta y la apoyó contra el capó del coche, la bajó el pantalón y empezó a acariciarla, sus dedos jugaban en su coño, con el clítoris, con los labios, los metía una y otra vez en su vagina, poco a poco fue abriéndola, ella no paraba de gemir, de pedirle más y más. Él la estaba follando con la mano, el coño y el culo a su disposición, ella no podía aguantar más y se corrió, él tenia la polla dura y estaba a punto de correrse también, sin pensárselo se la metió hasta el fondo de una vez, la cogió por las caderas y empezó a embestirla con tanta fuerza que el coche empezó a moverse de tal forma que temió que saliera disparado, sintió como la polla de él se hinchaba dentro de ella, más y más y como se corría dentro de ella, el chorro dentro de su coño la inundo, él seguía empujando dentro de ella, como si quisiera traspasarla, saco la polla de su coño y se la metió en el culo, ella se corrió de nuevo, su coño chorreaba, por las corridas de ambos.


Él se agachó y empezó a comerla el coño, lametones suaves, lo succionaba y lo mordisqueaba , metía su lengua dentro como si fuera su polla follándola, sus dedos de nuevo la abrían el culo, no había resistencia, estaba abierto, se corrió de nuevo inundándole la boca, como había anhelado correrse así, con él había descubierto que ella también eyaculaba, el orgasmo fue tan intenso que por unos minutos perdió la conciencia,

Estaba desmadejada, hecha unos zorros, las piernas la temblaban y no la sostenían, pero él no había terminado quería más, le arrancó la camiseta y la dejo desnuda totalmente, se acerco a ella, y susurrándola le dijo… princesa hoy voy a hacer que enloquezcas de placer,
Se excito al escucharle, el coño empezó a latirla y los pezones se le pusieron duros…….


Notó como él le vendó los ojos, y con mucha delicadeza la tendió en el suelo, sintió como se le clavaba el asfalto en la espalada y las nalgas, Pero se relajó al sentir las manos de él que la acariciaban, no te pongas nerviosa relájate la susurraba, Hoy voy a hacerte un regalo de cumpleaños y vas a gozar como nunca antes lo has hecho, déjate llevar…


Sintió la lengua de él recorriendo su cuerpo, lentamente, despacio, el vello se la erizó, y la excitación empezó a crecer, las manos la acariciaban el pecho el vientre los pezones, ella gemía y se retorcía de placer, de repente sintió otra lengua que empezaba a lamerle el coño y el culo, despacio suave lentamente, Álvaro quién más hay ahí?
Tranquila princesa es mi regalo, ya te he dicho que te dejes llevar. La dió un apasionado beso y ella se dejó caer en el placer que estaba empezando a experimentar, se olvidó del duro asfalto que se le clavaba en la espalda

Dos lenguas ávidas y expertas la recorrían por todas las partes de su cuerpo, se entretenían en todos sus rincones y recovecos, y ella no podía hacer otra cosa que disfrutar el momento, muchas veces había fantaseado con la idea de estar con dos hombres que se concentraran única y exclusivamente en darle placer, y ahora lo estaba viviendo, su fantasía se había hecho realidad.


La lengua que estaba en su coño, consiguió su primer orgasmo, Álvaro seguía lamiéndola el pecho succionándole y mordisqueándole los pezones, la boca el cuello. Con suavidad la dio la vuelta y al oído le dijo, que se preparase para sentir todo el placer que deseaba darla, sintió una polla entrando en su coño (podría ser la de Álvaro pero no estaba segura) y una lengua a la vez lamiéndola el clítoris y el culo, notaba como esa lengua poco a poco se introducía dentro de su ano, como se abría , lo que hizo arrancarla otro orgasmo , cabrón acertó a decirle a Álvaro, ¿acaso quieres volverme loca?

No princesa, solo quiero darte placer y hacerte disfrutar.

Otra polla se introdujo en su lubricado culo, y una mano la masturbaba a la vez, mmmm pensó ahora estoy como yo quería, dos pollas para mi solita,

Ellos no dejaban de moverse dentro de ella, movimientos que la ponían al límite, los orgasmos se sucedían uno tras otro, al cual más intenso, no paraban de acariciarla y excitarla cada vez más, uno por el pecho y el otro el clítoris, no quería que acabase esa situación nunca, pensaba que ninguno de los dos hombres se había corrido aún, y ella ya no podía hacerlo más, no tenia fuerzas estaba agotada extenuada, pero ellos no dejaban de besarla, acariciarla y mimarla.

Intensificaron sus movimientos, ahora eran enbestidas, y ella aún extenuada como estaba volvió a tener otro orgasmo, se corrieron los tres a la vez, los espasmos y sacudidas eran fuertes e intensos, cayó desfallecida, su coño y su culo
chorreantes. Al verla así sacaron sus pollas de dentro de ella, pero volvieron a besarla lamerla y acariciarla, se sentía plena, extasiada, dolorida y feliz,

Se quito la venda, y pudo ver a la otra persona, le reconoció al instante era Sergio, un amigo de Álvaro, se incorporó un poco besó a ambos y les dio las gracias,

Hoy me habéis hecho muy feliz, al cumplir mi sueño mi fantasía, no esperaba este regalo de cumpleaños, espero que podamos repetirlo muchas veces……

.Bip …..bip…..bip……bip……

Buenos días son las siete de la mañana, hora de levantarse!!!!, la radio? Si era la radio de su mesilla, atronadora con la música chirriante, Con tristeza pensó que todo había sido un sueño, el sueño tórrido e intenso de una noche de verano.


 Mientras iba hacia la ducha mentalmente se dijo.. he de llamar a Álvaro.

¿Álvaro? Hola soy Esther….Y ahora no estaba soñando.

miércoles, 17 de agosto de 2011

-((La fiesta de Madame de Poisy, (continuación)-))















Los sirvientes nos seguían por el largo pasillo a cuatro patas, y algunas Damas iban subidas a ellos como si de monturas se tratara, comprobé que éramos más Damas que Caballeros.



Al avanzar por el largo pasillo, todo tapizado con una gruesa alfombra rojo sangre, preciosos cuadros en las paredes, lámparas de fino y tallado cristal, uno apreciaba la elegancia y la riqueza del palacete, al llegar a una de las puertas, está se abrió y fuimos entrando poco a poco, la luz era tenue, y lo que se adivinaba de la estancia, me sorprendió y aceleró mi respiración, al fondo entre un cortinaje de terciopelo rojo se apreciaba una hermosa cruz de San Andrés, cadenas colgando de las paredes, poleas del techo, bancos y mesas dispuestas a lo largo de la habitación, y colgando de una de las paredes, Látigos, fustas, varas de avellano, cuerdas, cadenas, correas de cuero, antifaces.



La noche se presentaba deliciosa, al fondo de la estancia pude distinguir la silueta de un cuerpo masculino, cuyos brazos colgaban de lo que parecía ser una cuerda atada a una argolla en el techo, la tenue luz no me dejaba adivinar más, llevaba una capucha en la cabeza y era imposible saber de quién se trataba, lo que si se apreciaba era un torso ancho y unas piernas torneadas y fuertes.

Un escalofrío de placer recorrió mi espalda, pensando que quizás fuese Dubet, pero desde mi posición no podía asegurarlo, y las luces titilantes de las velas no ayudaban a su reconocimiento.

Madame de Poisy se acercó a mi, y con una sonrisa maliciosa en un susurro, me dijo que el “regalo” que pendía de la cuerda era para mi, que incluso una vez finalizada la fiesta y si ese era mi deseo, podría llevármelo para mi servicio personal, pues había sido entrenado para ello, su nombre era séptimo, pero que podía cambiarle el nombre por el que más me gustase. Pero había una condición, no debía quitarle la máscara hasta el final de la velada, difícil condición pero intentaré cumplirla le dije sonriendo a Madame de Poisy.

Mis ojos se iluminaron y mi mente empezó a bullir tramando situaciones con mi “regalo”, me acerqué a él, para comprobar como era mi “regalo” y posiblemente mi futura posesión, Empecé a inspeccionarle por todas partes, buena boca, buenos músculos, buen culo, buen sexo, que se puso erecto nada más acercarme, que curioso pensé, llevará un resorte? Lo que si llevaba eran dos aros en los pezones, otro aro de oro en la base del pene, también tenía el espacio para poner el signo de posesión, justo en el lugar que a mi me gustaba, ni un asomo de vello en todo su cuerpo, pareciera como si me hubieran leído la mente y habían puesto todo aquello que me satisfacía



Mis dedos paseaban por el cuerpo del “colgado” mis manos le azotaban, mis uñas le dejaban surcos en la piel, una piel que empezaba a tornarse roja en las zonas en las cuales yo le “manipulaba” La excitación iba increscendo, La música las velas los licores el ambiente todo hacía que mi cuerpo temblase de excitación.



A todo esto el sirviente que me había entretenido durante la cena seguía a mis pies, lamiéndolos lentamente con la misma devoción y esmero, subía por mis piernas, llegaba a mis muslos, se entretenía en la curva de mi rodilla, para volver a bajar, con todo ello mi excitación estaba disparada, y con un tirón de la cadena puse su cara en mi sexo, el colgado se excitó aún más, al ver como el sirviente me lamía succionaba y me proporcionaba un orgasmo, cuando termino de limpiarme, le aparté de un puntapié y me dispuse a ver que pasaba por la sala, pues había perdido por completo la atención de la misma, mis ojos no daban crédito a lo que allí estaba sucediendo y mi excitación empezó de nuevo......Continuará.

miércoles, 3 de agosto de 2011

((La fiesta de Madame de Poisy ..Continuación.-))


La cena transcurrió entre suspiros y jadeos, a mis pies tenía a uno de los sirvientes, que afanosamente se dedicaba a lamer mis pies, que para ese momento ya llevaban un rato descalzos, pero en ningún momento tocaron el suelo, pues el esmerado sirviente no permitía que eso ocurriese. Madame de Poisy nos anunció que debíamos seguirla, para dirigirnos a la sala de los “juegos” a todos nos costó levantarnos pues, la “agitación” que sentíamos nos tenía encantados, y eso que varías personas se habían ido a mitad de la cena, con cara de pocos amigos, con lo cual en ese momento solo éramos 7 incluyendo a la anfitriona.........

(Extracto del diario de sansón,o las ensoñaciones de un esclavo, uno de los sirvientes en las fiestas de Madame de Poisy)
Justo después de la cena nos alineamos todos los sirvientes junto a la mesa para que los invitados de la Señora pudieran escoger entre nosotros. Apenas habían pasado unos segundos desde que la Señora anunció que estábamos a disposición de los comensales cuando una de las damas, una señora distinguida que lucía unos hermosos pendientes de esmeraldas, me hizo una señal para que me arrodillara a sus pies. No me sorprendió su llamada, puesto que llevaba un buen rato sin quitarme la vista de encima, y aunque yo no podía corresponder a su mirada sí noté que sus ojos estaban fijos en mí, probablemente atraídos por mis musculados brazos y mis bien desarrollados pectorales. Aunque la señora, de unos 45 años, era hermosa y elegante y a buen seguro cualquiera de sus requerimientos sería una tarea muy grata, no pude evitar sentir una cierta decepción, pues durante la cena yo había fantaseado con que me llamara otra de las invitadas, una hermosa Dama de ojos magnéticos, a quien nunca había visto antes en las cenas de la Señora, y cuyo hermoso busto de piel blanca surgía arrebatador de ub bello vestido color rojo. Yo la había mirado varias veces con disimulo durante la cena y era la principal responsable de la escandalosa erección que asomaba por encima de mi pequeño taparrabos, pero la señora de los pendientes de esmeralda fue rápida y yo no podía demorarme ante una orden así, puesto que teníamos instrucciones claras de nuestra Señora, Madame Poisy, de obedecer con presteza a sus invitados. De rodillas debajo de la mesa comencé a lamer los zapatos de la señora de las esmeraldas. Ella, que sujetaba mi cadena, me indicó que soltara su zapato y le lamiera los pies directamente, cosa que hice con ágil rapidez. Sus pies eran bellos y delicados, con hermosas venas azuladas y uñas bien cuidadas. Lamí su empeine con mi lengua cálida y humedecida y chupé sus dedos uno a uno, con gran satisfacción de la señora, que se removió en su asiento. Después de un rato de chupetear y lubricar sus pies con mi saliva pude mirar de reojo a ambos lados de donde me encontraba, para hacerme una idea de la situación. A ambos lados de la señora de las esmeraldas había dos caballeros. El de la derecha no había requerido a ningún sirviente, y debía estar complacido mirando a las demás personas invitadas, limitándose a bajar la mano de cuando en cuando para acariciar su abultada entrepierna. Un poco más allá se encontraba otra señora con la falda arremangada, y a la que norberto, un hercúleo sirviente mulato, chupeteaba los muslos. Al fondo entreveía a mi Señora, cuyo escabel se había transformado en un solícito perrito que lamía su caudaloso sexo. A mi izquierda, como decía, había otro caballero, que sí había solicitado los servicios de un sirviente, en este caso lucio, un joven algo menos musculoso que los demás, pero de rostro muy hermoso. lucio estaba practicando una felación al caballero, quien se había dejado caer un poco en el asiento para dejar sitio al criado. De soslayo podía ver el pene del caballero entrando y saliendo de la boca de lucio, que parecía estar con los ojos cerrados y disfrutando de la situación, como se deducía de su propio pene, duro como un mármol, sobresaliendo de su minúsculo taparrabos. A quien no podía ver es a la dama de los ojos magnéticos, puesto que se encontraba en el lado de la mesa situado detrás de mí. No podía volverme sin soltar el pie de la señora, así que mi limité a la difícil tarea de tratar de identificar su voz entre los múltiples suspiros y gemidos que me rodeaban…) Continuará....