miércoles, 3 de agosto de 2011
((La fiesta de Madame de Poisy ..Continuación.-))
La cena transcurrió entre suspiros y jadeos, a mis pies tenía a uno de los sirvientes, que afanosamente se dedicaba a lamer mis pies, que para ese momento ya llevaban un rato descalzos, pero en ningún momento tocaron el suelo, pues el esmerado sirviente no permitía que eso ocurriese. Madame de Poisy nos anunció que debíamos seguirla, para dirigirnos a la sala de los “juegos” a todos nos costó levantarnos pues, la “agitación” que sentíamos nos tenía encantados, y eso que varías personas se habían ido a mitad de la cena, con cara de pocos amigos, con lo cual en ese momento solo éramos 7 incluyendo a la anfitriona.........
(Extracto del diario de sansón,o las ensoñaciones de un esclavo, uno de los sirvientes en las fiestas de Madame de Poisy)Justo después de la cena nos alineamos todos los sirvientes junto a la mesa para que los invitados de la Señora pudieran escoger entre nosotros. Apenas habían pasado unos segundos desde que la Señora anunció que estábamos a disposición de los comensales cuando una de las damas, una señora distinguida que lucía unos hermosos pendientes de esmeraldas, me hizo una señal para que me arrodillara a sus pies. No me sorprendió su llamada, puesto que llevaba un buen rato sin quitarme la vista de encima, y aunque yo no podía corresponder a su mirada sí noté que sus ojos estaban fijos en mí, probablemente atraídos por mis musculados brazos y mis bien desarrollados pectorales. Aunque la señora, de unos 45 años, era hermosa y elegante y a buen seguro cualquiera de sus requerimientos sería una tarea muy grata, no pude evitar sentir una cierta decepción, pues durante la cena yo había fantaseado con que me llamara otra de las invitadas, una hermosa Dama de ojos magnéticos, a quien nunca había visto antes en las cenas de la Señora, y cuyo hermoso busto de piel blanca surgía arrebatador de ub bello vestido color rojo. Yo la había mirado varias veces con disimulo durante la cena y era la principal responsable de la escandalosa erección que asomaba por encima de mi pequeño taparrabos, pero la señora de los pendientes de esmeralda fue rápida y yo no podía demorarme ante una orden así, puesto que teníamos instrucciones claras de nuestra Señora, Madame Poisy, de obedecer con presteza a sus invitados. De rodillas debajo de la mesa comencé a lamer los zapatos de la señora de las esmeraldas. Ella, que sujetaba mi cadena, me indicó que soltara su zapato y le lamiera los pies directamente, cosa que hice con ágil rapidez. Sus pies eran bellos y delicados, con hermosas venas azuladas y uñas bien cuidadas. Lamí su empeine con mi lengua cálida y humedecida y chupé sus dedos uno a uno, con gran satisfacción de la señora, que se removió en su asiento. Después de un rato de chupetear y lubricar sus pies con mi saliva pude mirar de reojo a ambos lados de donde me encontraba, para hacerme una idea de la situación. A ambos lados de la señora de las esmeraldas había dos caballeros. El de la derecha no había requerido a ningún sirviente, y debía estar complacido mirando a las demás personas invitadas, limitándose a bajar la mano de cuando en cuando para acariciar su abultada entrepierna. Un poco más allá se encontraba otra señora con la falda arremangada, y a la que norberto, un hercúleo sirviente mulato, chupeteaba los muslos. Al fondo entreveía a mi Señora, cuyo escabel se había transformado en un solícito perrito que lamía su caudaloso sexo. A mi izquierda, como decía, había otro caballero, que sí había solicitado los servicios de un sirviente, en este caso lucio, un joven algo menos musculoso que los demás, pero de rostro muy hermoso. lucio estaba practicando una felación al caballero, quien se había dejado caer un poco en el asiento para dejar sitio al criado. De soslayo podía ver el pene del caballero entrando y saliendo de la boca de lucio, que parecía estar con los ojos cerrados y disfrutando de la situación, como se deducía de su propio pene, duro como un mármol, sobresaliendo de su minúsculo taparrabos. A quien no podía ver es a la dama de los ojos magnéticos, puesto que se encontraba en el lado de la mesa situado detrás de mí. No podía volverme sin soltar el pie de la señora, así que mi limité a la difícil tarea de tratar de identificar su voz entre los múltiples suspiros y gemidos que me rodeaban…) Continuará....
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