viernes, 26 de agosto de 2011
-((La fiesta de Madame de Poisy, (la ensoñación del esclavo sansón)-))
......Me dispuse a ver que pasaba por la sala, pues había perdido por completo la atención de la misma, mis ojos no daban crédito a lo que allí estaba sucediendo y mi excitación empezó de nuevo......Continuará.......
(Las sensoñaciones del esclavo sansón)
Ahí en la sala, todo eran ruidos susurros y respiraciones agitadas, pude comprobar que los otros sirvientes, estaban asiendo usados y algunos habían sido colocados encima de banquetas y estaban siendo penetrados.
El joven lucio, ahora a mi derecha, estaba siendo insertado por el pene grueso y moreno del caballero que había solicitado antes su servicio. Otro sirviente a quien yo no conocía bien, un muchacho rubio y musculoso que había llegado hacía relativamente poco al servicio de la Señora, también estaba recibiendo carne masculina en su orificio, de un caballero a quien no podía identificar, en una esquina de la mesa.
Otros tres esclavos, sin embargo, estaban siendo penetrados por señoras con sus arneses, entre ellos norberto, el hercúleo mulato, cuya señora le estaba empalando con un gigantesco falo que también debía tener un complemento vaginal, a juzgar por los grititos gatunos de la dama.
Casi enfrente mío se encontraba la señora de los ojos enigmáticos, la cual estaba tanteado al esclavo que colgaba de las argollas, y no pude evitar un arrebato de envidia cuando vi que, por la cara que ponía era de su total agrado, sus manos no paraban de comprobar examinar y valorar todas las partes del esclavo, la cara, el pelo, la boca, las manos, el torso, los glúteos, el sexo, las piernas, Vi como le descolgaba de las argollas y le sujetaba a la gran cruz de San Andrés que allí había, aunque no le despojó de la máscara que este llevaba puesta.
Estaba un poco inclinado y de espaldas a la Dama y a la sala, ofreciendo su trasero, era como sin que hubiese mediado una palabra entre ellos, ya se hubiera entregado a ella, y esta le hubiera aceptado, Hasta ese momento no me había dado cuenta, que en un rincón ardía una pequeño “hogar” cuyas brasas ardientes mantenían candentes varios hierros, y aunque mi posición no era buena intuí que eran los hierros con los que los esclavos éramos marcados cuando pasábamos a manos de otra Dama, no puede evitar estremecerme no sé si por el miedo a sentirlo en mi piel o por el deseo de sentirlo y pertenecer a la Dama.
Pero yo seguía "encadenado" a la Dama de las esmeraldas, y esta no tenía intención de dejarme marchar, yo me afanaba en agradarla y cumplir lo que ella me indicase, pensaba que de ésta forma se cansaría y yo podría escabullirme cerca de la Dama que en esos momentos "castigaba" al esclavo de la cruz.
Una vez a su lado haría todo lo posible por que se fijase en mi, yo sabía muy bien como hacerlo, mis años al servicio de varías Damas, me habían dotado de cierta experiencia, conseguiría que me acpetara como su esclavo, ¿porque no podría llevarse dos en lugar de uno?
Apartir de ahora ese sería mi proposito y lucharía por conseguirlo.
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