viernes, 19 de agosto de 2011

-((La fiesta de Mademe de Poisy, (continuación del diario del sirviente sansón, o las ensoñaciones de un esclavo)))_











(Continuación del diario de sansón... La dama de las esmeraldas tiró de la cadena y me hizo subir lentamente por sus piernas, lamiendo sus finas pantorrillas. Me hizo demorarme en ambas rodillas, mientras jugueteaba con uno de sus pies en mi sexo y aplastaba mi erección. Después continué mi trabajo oral por sus muslos rosados, hasta que un aroma de ardiente excitación me indicó que me encontraba en la antesala de su sagrada intimidad. La dama aplastó mi cara contra su sexo y yo lamí con fuerza, limpiando sus pegajosos fluidos mientras ella se agitaba y gemía escandalosamente. Sin embargo, al cabo de un minuto me apartó con fuerza y me dejó de rodillas, con la boca abierta y mojada, expectante y un poco desconcertado de que no deseara proseguir hasta alcanzar el éxtasis. Al parecer, no quería tocar la petite mort (como decía Mme. Poisy) tan pronto y prefería seguir jugando conmigo en un estado de máxima excitación. Sentí que sus manos se posaban sobre mis hombros y que recorrían mi pecho sudoroso y mis brazos, palpando los músculos y masajeando la piel. También me arañaba suavemente con las uñas. Así estuvo un buen rato hasta que se detuvo en mis pezones y comenzó a apretarlos. Primero más débilmente, luego fue incrementando la fuerza hasta que sentí un dolor que se fue intensificando por momentos. Sus dedos eran finos y delicados, pero podían ejercer una fuerza considerable, como pude comprobar en persona con un terrible dolor en mis pezones, lo que me obligó a abrir la boca y exhalar un ahogado gemido. Curiosamente mi pene, que había bajado a una posición horizontal, pareció enardecerse con el dolor y volvió a apuntar al cielo, grueso y marmóreo, lo que mereció la aprobación de mi dama en forma de susurrantes palabras en mi oído. Lamió mi cara y chupó mi oreja sin dejar de pellizcarme. Entonces me soltó y me dijo que acercara una especie de banqueta amplia y baja que había pegada a la pared, forrada de tela acolchada. Yo lo hice sin levantarme, avanzando a cuatro patas y puse la banqueta debajo de la mesa. Sabía muy bien para que servía, así que el dedo índice de la señora señalándome que me pusiera en ella me llevó a que me colocara directamente en la posición deseada, esto es, a cuatro patas con la cara apoyada en la tela y el culo expuesto y entregado, justo debajo de la altura de la mesa. De esa manera, cualquier persona que estuviera detrás podía penetrarme con comodidad. Mientras yo ponía la banqueta la dama no había perdido el tiempo y, además de despojarse de la falda, se había colocado un arnés del que emergía un bonito falo anal de color azulón, de unos 15 centímetros de longitud. Cuando yo estaba ya de rodillas con el culo en pompa sentí que ella hurgaba en mi ano con un líquido tibio, imagino que algún aceite, y a continuación me insertaba el falo hasta lo más profundo. Yo estoy acostumbrado a recibir regalos de este tipo y bien mayores, de manera que el falo penetró dentro de mi ser sin dificultad alguna. Como era relativamente pequeño la dama no tenía mucha capacidad de movimiento, porque se salía, pero aun así movía rítmicamente sus caderas marcando mi sodomización... Así estuvo un rato hasta que se cansó, y fue en ese momento Madame de Poisy anunciaba el paso a la sala de juegos, yo albergaba la esperanza que la Dama de los ojos magnéticos me rescatara o al menos se fijase en mi, pero como pude comprobar al entrar en la sala, ella sólo tenía ojos y manos para un siriviente desconocido para mi, que se encontraba colgado de unas argollas, según pude saber, si era de su agrado a ella le gustaba, Madame de Poisy se lo daría en propiedad para uso, y viendo como le palpaba muy probablemente se lo quedaría, pero yo deseaba y albergaba la esperanza de servirla en algún momento ....Continuará)

1 comentario:

  1. Maravilloso relato con las dos perspectivas, la de la Dama y la de sansón, las dos caras de la misma moneda..

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