viernes, 2 de marzo de 2012

La Dama del tren


Alejandro trabajaba como embalador de muñecas de porcelana en una empresa familiar, y vivía en una pequeña capital de provincia, dónde casi todo el mundo se conocía, tenia 35 años, estaba soltero, vivía en la misma casa que sus padres pero con la independencia suficiente para poder llevar una vida privada. Coleccionaba discos de vinilo, y esa afición suya le permitía salir de vez en cuando de su localidad. (Pero también tenía otra pasión oculta)


Cada dos semanas se iba a la capital a mirar en tiendas de 2ª mano las rarezas que tenían, y una vez al año viajaba a Londres que es la capital de las rarezas musicales.
A veces le acompañaba su amigo Diego pero no siempre podía.


Esa mañana Alejando salía para Madrid, había quedado con otro coleccionista en verse e intercambiar material, llevaba el billete del tren en el bolsillo. Y al llegar al andén se fijo en una Señora que llegaba corriendo con una pequeña maleta, al intentar montarse en el tren y con las prisas no se dió cuenta que se le cayó el foulard que llevaba al cuello, Alejandro se percato del incidente (Y se fijó en su pasión oculta) recogió el pañuelo para dárselo un vez dentro del tren.


Alejandro busco su asiento y una vez acomodado, busco con la mirada a la Señora del foulard, la divisó tres filas más atrás, charlando con la azafata, Alejandro pensó que quizás le estaba preguntado si había visto su precioso y carísimo foulard,, así que se levanto y fue a entregárselo. La señora muy agradecida le indicó a que si quería podía sentarse con ella, así el viaje se les haría más ameno. A lo que Alejandro accedió,


Así pudo fijarse en qué la Señora era una mujer de mediana edad, pero muy atractiva, elegante y con clase, (también se fijó en su pasión) Le dijo que se llamaba Marta y que vivía en Madrid, que había estado visitando unos días a una amiga, y que se volvía a casa, le preguntó si se quedaría muchos días y que si lo hacía si tenía lugar, Alejandro le dijo que normalmente se quedaba en una pensión que ya conocía, ( y no deja de mirar su pasión) Y aunque Alejandro era muy discreto, Marta se dio cuenta de ese detalle, y su mente empezó a trabajar.


Marta era una mujer que aunque madura era bella, con clase y con una posición cómoda, vivía en un pisito muy coqueto y céntrico, pues le encantaba el bullicio de la ciudad y pasear y perderse por calles y callejuelas, le encantaba observar a la gente y montarles la vida como ella decía, le gustaba imaginarse como sería la vida de esas personas con las que se cruzaba, y se imagina historias dignas de una película, luego escribía muchas de esas cosas, pues si algo le encantaba era escribir, tenía algunos relatos y poemas, que quién los leía le parecían realmente buenos, pero Marta también escondía un secreto, una de las habitaciones de su casa era “ su santuario” como ella lo llamaba.

Marta se fijó que con gran disimulo Alejandro no la quitaba ojo de sus preciosas botas, así que empezó su “plan de ataque serás mío antes de 15 minutos pensó” Le dijo que estaba agotada y que iba poner los pies en el asiento libre.

Quitame las botas y masajéame los pies, le dijo a un más que sorprendido, entusiasmado y sollcito Alejandro……Continuará

1 comentario:

  1. ... pues yo me imagino descalzando de esas botas con un trenzado tan perfecto a una Dama y la responsabilidad me atenazaría...¿seria capaz de calzarla, luego?.
    Tocarlas con mis manos me seduce..., lamerlas me excita..., no podría perder la oportunidad de masajear las piernas que contiene.
    Un sumiso conquistado por unas botas.

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